¡Cómo duele que termine marzo!


Marzo es el mes del violín,
mes donde los témpanos de hielo corren en río.

Tu clara voz de luna ahora me tibia,
y las tintineantes lucecitas de noche revolotean cerca;
en la cama, en tu nariz, en tu ombligo.

Marzo peina los vientos que el frío polar trae,
los vientos de humo denso,
las palomas negras vuelan lejos, lejos...

Marzo se va,
lleva lirios y narcisos,
lleva aguamarinas,
lleva tu perfume que rociaba mi mañana,
lleva niebla de bosque
y el canto de una mariposa.

Marzo fue el mes en el que te conocí,
mes de pradera y de verdes lienzos,
mes que termina.

Y termina hoy como nuestro amor.
Y no sabes cómo duele que termine marzo.

Te quiero

Me dicen que eres un capricho, amor de adolescente. Otra lágrima que morirá.
No, amor no eres, más mi vida te has llevado.
Me dicen que el tiempo lo cura todo, más el corazón harto de latir, se desgrana.
No fue Dios, no fui yo, ni tú.
Soy un loca, puta y seca.
Y tú un tonto pez.
Pero hoy te digo: te quiero,
te quiero y me lo callo.

La llamada

Levanté el teléfono, el sonido auricular como eco. Marque casi sistemáticamente. Y esperé:
“La tercera es la vencida”। Sólo serán siete tiempos...
Uno...
La fotografía en un café. Era mi cumpleaños.
Dos...

El regalo.
Tres...

Tu esencia hipnotizante en mi mente.
Cuatro...

La canción con la que lloré tu partida.
Cinco...


“Su llama será transferida al buzón”

Seis...


La llamada.

Siete...


El llanto.

Noche eterna

En una noche eterna te miré en mi sueño,
clara, hermosa y blanca luz.
Entre el olmo y olivo te ví,
besé tu corteza,
te encontré.

Sal mujer de mi pupila,
duérmete entre mis sábanas,
no te pierdas más.

Anoche te sentí
pero no llegaste.

El viaje

Dicen que el día de ayer mi amigo emprendió un largo viaje.
Sé que los poetas estamos acostumbrados a dilatadas travesías.
A veces las iniciamos desde nuestra mesa, desde la ventana, desde una página en blanco.
Nuestros viajes no son para descubrir o conquistar territorios; cuando logramos regresar, a menudo nos damos cuenta de que sólo pudimos comprender los territorios que son nuestros.
No lo hacemos tampoco porque deseemos estar en muchos lugares, salvo en ciertos sitios, en algunos instantes.
No podemos permanecer para siempre en la mujer que hemos amado, en el abrazo del sol y de las tierras que han sido también nuestra familia.
No podemos extender para siempre el brindis con los amigos fraternos y disertadores, que cantan y discuten hasta que despiertan el alba.
Tampoco viajamos para alcanzar el aliento de la poesía que nos guío:
sí para escuchar nuestro corazón, que no quiere entender.
Dicen que mi amigo ha emprendido un largo viaje.
Me imagino que se trata de una nueva jornada hacia la luz.
Una luz ahora lo recibe, lo comprende y le explica cómo somos.
Quizás, tras el túnel de luz que ha recorrido, lo recibe un aliento suave de aurora, acaso un velo gris de silencio, o tal vez un pequeño poblado que está de fiesta.
Me parece ver el pueblo en los valles de los Prealpes.
¿O será en lo alto de las cordilleras del Yang-Tse?
¿En aquella cadena de montañas, conocidas como las murallas de Chiang Tsun, donde termina pronto el verano y llegan los vientos fríos del norte, donde las águilas vuelan sobre las cumbres y su vuelo parece un dibujo, se asemeja a un pensamiento?
Quería regresar ahí, acaso.
O posiblemente estamos en la página en blanco de su viaje. Ahí levanta los brazos y nos llama, somos parte de esa fiesta que no termina, parte de ese largo viaje que a cada uno de nosotros nos sigue buscando, nos sigue recibiendo.
Lo distingo allá, a lo lejos.
Levanto la mano para saludarlo.
Pero sé que viaja entre nosotros.