Ella conoció la infidelidad, él la libertad.

Se conocieron en la tarde, cuando ambas manecillas apuntaban al Sur. Acordaron verse en el menguante de la tarde, entre la cierva del ocaso. Mas ella llego y él no estaba.

Me despido con esto.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No me sorprende del todo...

Enrique dijo...

Así pasa... yo una vez la apliqué, no exactamente así, pero más o menos.

Anónimo dijo...

¡Mierda! no me he ido...